LA MAS PEQUEÑA DE LAS MARIPOSAS
"Eran casi las cinco de la mañana y Torpón,
el divo del Bosque, descansaba apoyado contra un árbol, exhausto por sus
esfuerzos de la noche anterior Su trabajo consistía en ayudar a las orugas a
convertirse en mariposas. Al final de su metamorfosis, tenía que sacar a cada
una de las pequeñas mariposas del capullo y esparcir polvo de mariposa sobre
sus alas, para que pudieran elevarse al viento. Por último, les daba una
palmadita en el trasero para lanzarlas al mundo. Le gustaba terminar su trabajo
antes de que saliera el sol para que las mariposas pudiesen iniciar sus nuevas
y hermosas vidas al amanecer.
Al mirar a su alrededor para asegurarse de que había
realizado todo su trabajo, vio a una última pequeña mariposa que todavía
permanecía en su cuerpo de oruga. Era tan pequeña que no había reparado en
ella. Torpón se puso en pie de un salto, corrió hacia la oruga y extrajo a la
mariposa de su capullo. Le empolvó las alas y, cuando estaba a punto de darle
una palmadita en el trasero y lanzarla al mundo, se dio cuenta de que no había
mirado qué especie de mariposa era para apuntarlo en su libro de referencia.
Miró en el libro y entonces se dio cuenta de que tenía
algo triste que contarle a la mariposa. Torpón aclaró su garganta y dijo:
«No me gusta tener que decirte esto, pero es mi trabajo. Perteneces a una
especie de mariposa que vive únicamente un día». La Mariposa Más Pequeña,
que había estado batiendo las alas lentamente, preparándose para despegar, se
detuvo. «Esas no son precisamente las mejores noticias del mundo», dijo. Torpón
asintió compasivamente, musitando algo parecido a: «La vida es así, breve, a
veces....».
La Mariposa Más Pequeña, todavía un poco aturdida,
miró ferozmente a Torpón. «Ha sido una manera terrible de darme la noticia.
Podrías haber empezado diciendo: ‘Es un día hermoso’, y yo hubiese contestado:
Si. ¿Verdad? Entonces tú podrías haber dicho, “Has llegado a un mundo
maravilloso. ¡Bienvenido!”, y yo te hubiese dado las gracias. Entonces, tú
me habrías dicho ‘Algunos de nosotros tenemos menos tiempo que otros, pero
contribuimos más a embellecer el mundo’. Luego, por último, me hubieses podido
soltar la noticia de que sólo tenía un día para vivir’.
Torpón asintió: «Podría haber dicho todo eso, pero
sólo tenías un día para vivir y no quería desperdiciar tu precioso tiempo».
La Mariposa Más Pequeña reflexionó durante un momento
y se dio cuenta de que Torpón tenía razón. «Te perdono», le dijo. ¿Qué
otra cosa se podía esperar de alguien llamado Torpón?». Entonces le dijo a
Torpón que, como iba a estar en el mundo sólo durante un día, quería ver tanto
de él como le fuera posible, pero que no sabía por dónde empezar. Torpón
pensó un momento y luego dijo: «Ya que me has hecho sentir culpable de una
manera tan inteligente por la forma en que te he dado la noticia, te llevaré de
viaje a los lugares más apasionantes del mundo».
La Mariposa Más Pequeña batió las alas
emocionada, preparándose para despegar. Entonces se dio cuenta de que ella
podía volar, pero Torpón no. « ¿Cómo vamos a viajar?». «Con la
mente», respondió Torpón. La Mariposa Más Pequeña pareció confundida. «Puedes
transportar tu cuerpo hasta el lugar en el que se halle el cincuenta y uno por
ciento de tu mente», explicó Torpón. La Mariposa Más Pequeña estaba
asombrada. « ¿Quieres decir que, si pienso en un lugar, puedo irme ahí?». Torpón
asintió. «Pero», continuó la mariposa, «si sólo un cincuenta y uno por
ciento de mi mente está allí, ¿el resto de mí llegará también?». Torpón la
miró enfadado: «No me líes. Simplemente, cierra los ojos e imagina que estás en
el jardín del Palacio de Versalles, en Francia». La Mariposa Más Pequeña
cerró los ojos y pensó: Versalles. Cuando los abrió, se encontró en los
Jardines de Versalles. Estaba subida en un hibisco y Torpón se hallaba a su
lado. « ¡Funciona!», exclamó la Mariposa Más Pequeña. «Por supuesto
que funciona. Yo ahorro muchísimo en billetes de avión de esta manera» La
Mariposa Más Pequeña miró a su alrededor: «Este lugar es precioso». Torpón
asintió: «Estamos en uno de los jardines más hermosos de todo el mundo. No hay
muchas mariposas nacidas en Glendale que lleguen a conocer Versalles”. De
repente, el estómago de la pequeña mariposa gruñó. «Me está entrando mucha
hambre», dijo. « ¿Qué comen las mariposas?». «Estás sentado sobre tu
almuerzo», replicó Torpón. «¡Pero yo nunca sería capaz de comerme esta
flor entera!», exclamó la mariposa, horrorizada. Torpón se armó de
paciencia y explicó: «No te comes la flor, tonto. Desenroscas tu trompa y bebes
del hibisco». La Mariposa Más Pequeña siguió estas instrucciones y pronto
estuvo saciada con el maravilloso néctar del hibisco. Cuando la Mariposa
Más Pequeña acabó su almuerzo, le dio las gracias a la flor. - « ¿Qué te
gustaría hacer ahora?», preguntó Torpón. «Como sólo tengo un día para
vivir, quiero probar todas las flores del jardín», replicó la mariposa, y
emprendió el vuelo, para catar tantas flores como pudiera.
Cuando se sentó, un tanto cansada, a
mordisquear un narciso, vio a una mariposa muy gorda a su lado, bebiendo de una
flor. La Mariposa Más Pequeña dijo: «No quiero ser grosero, pero eres muy
gorda para ser una mariposa». «Probablemente se deba a que no soy una
mariposa», le respondió con irritación. « ¡Soy un colibrí!». «Siento haberte
llamado gordo... no en nada personal. Verás, es que he nacido hoy». «En
ese caso», dijo el colibrí, «Te perdonaré por haber sido tan estúpido...
tampoco se trata de nada personal». «Me alegro de haber visto a un
colibrí, porque estoy intentando conocer a todos los seres que pueda antes de
que se acabe mi tiempo». El colibrí miró a la Mariposa Más Pequeña con
ojos interrogantes: «Soy de una especie que sólo dispone de un día para
vivir». «Bueno», la consoló el colibrí, «tal como está la contaminación,
tampoco habrías durado mucho tiempo». La Mariposa Más Pequeña prosiguió:
«Cuando abandone esta vida me gustaría saber que todos los seres que he
conocido son mis amigos, así que ¿estarías dispuesto a perdonarme por el
pequeño altercado que hemos tenido?». «Por supuesto», replicó el colibrí.
«Como estoy todo el día batiendo las alas, a veces acabo muy cansado y
malhumorado». Luego, mirando a su alrededor para asegurarse de que nadie
pudiera oírle, el colibrí susurró: «Y es cierto, estoy un poco gordo, incluso para
ser un colibrí». Con esto, se alejó batiendo las alas. Torpón alcanzó a la
mariposa: ¿No te gustaría ver más cosas del mundo?». «Oh, sí. Pero lo que
más me gustaría sería conocer a otras mariposas. Deben de estar todavía en sus
capullos, porque no encuentro ninguna por aquí».
Torpón se rascó la cabeza: «Quizá ese
colibrí gordinflón se las comió a todas». Su rostro se iluminó de repente: «Te
llevaré a un sitio en México en el que hay más mariposas juntas que en
cualquier otro lugar del mundo». Los ojos de la pequeña mariposa se abrieron
maravillados. «Cierra los ojos y piensa en un bosque de abetos en la
Sierra Madre». La Mariposa Más Pequeña lo hizo. Cuando abrió los ojos,
Torpón y ella estaba en un prado. Entonces vieron algo de lo más sorprendente:
multitudes de mariposas volaban por todas partes. Había tantas en el aire, que
apenas se podía ver la luz del sol. Y, por el modo en que se relacionaban al
volar, parecía como si formasen puentes alados de revoloteantes colores aquí y
ahí. La Mariposa Más Pequeña se posó sobre la rama de un abeto y observó todo
esto maravillada. Mientras miraba a su alrededor, de repente, la vio. Ella se
posó en una rama, junto a la suya. Aunque todas las mariposas eran hermosas,
ésta parecía serlo todavía más; tenía algo especial. Entonces se dio cuenta de
qué era eso tan especial. Se miraron durante un rato muy, muy
largo. Finalmente, la Mariposa Más Pequeña habló: «Disculpa que me
haya quedado mirándote fijamente, pero eres la mariposa más hermosa que he
visto jamás». Por el modo en que se estremecieron sus antenas y sus alas,
se notaba que estaba encantada: «Estaba pensando lo mimo de ti», dijo con
un marcado acento sureño. «Hay algo que te diría sólo si nos conociéramos
mejor, pero como no tengo tiempo que perder, te lo diré ahora: Te amo». Ella
lo miró durante un rato y luego susurró: «Y yo te amo a ti». La
Mariposa Más Pequeña se estremeció de alegría: «Dilo otra vez». Ella lo
hizo: «Te amo». La Mariposa Más Pequeña jamás había oído un acento así:
«Nadie habla con ese acento en Glendale». Ella aleteó y replicó: «En Texas
Oeste sí, cariño». Él revoloteó hasta ella y se sentaron uno junto al
otro, meciéndose con la suave brisa, disfrutando de la presencia del otro y del
amor que sentían. Finalmente, ella rompió el silencio diciendo: «Sin
duda eres distinta a todas esas mariposas. Tus alas son del tono verde más
bonito que he visto en mi vida, y eres mucho más pequeña». « ¿Te molesta
que sea más pequeña?», preguntó la Mariposa Más Pequeña. «El tamaño no es
importante. Algunas cosas pequeñas pueden estar llenas de amor, y otras más
grandes pueden estar vacías».
El corazón de la Mariposa Más Pequeña dio un brinco de alegría. Esta mariposa era sabia y hermosa. «No te había visto antes en nuestros guateques de mariposas», dijo ella. «Éste es mi primer día fuera del capullo», dijo. «Yo nací hace cuatro días. ¿Te moleta que yo sea mayor?». Preguntó ella. «No importa cuánto tiempo vives, lo que importa es cuánto disfrutas», dijo la Mariposa Más Pequeña. «Bueno, yo he hecho mucho de eso. He tenío dos maridos», dijo ella. La Mariposa Más Pequeña se quedó boquiabierta. «¿Solo has vivido cuatro días y ya has estado casada dos veces?». «Eran mariposas de la Selva tropical, sólo vivieron dos días». La Mariposa Más Pequeña la miró con los ojos bien abiertos. «Esperaste ni siquiera un día antes de volverte a casar?!». «Se podría decir que tuve matrimonios nocturnos. Cuando nací, mi mamá me dijo: Bárbara Lou, la vida es un vals muy breve. Así que ponte los zapatos de bailar y sal a la pista’». «No hay duda de que el tuyo es un vals rápido», dijo él. Ella aleteó con una dulce sinceridad. «Pero ahora que nos hemos conocido, sé que he encontrado a una mariposa con la que puedo pasar el resto de mi vida». La Mariposa Más Pequeña casi se atraganta. No se sentía capaz de decirle que en menos de veinticuatro horas ella tendría que salir una vez más a la pista de baile. Sintió una oleada de tristeza. Entonces tuvo una inspiración: «Tengo la oportunidad de viajar por el mundo entero. ¿Quieres venir conmigo?», le preguntó. «Suena muy tentador», dijo ella, «pero lo pasé muy mal volando desde Texas hasta aquí. Mis alas están absolutamente agotadas». «No tienes que volar Torpón conoce una nueva manera de viajar. Perdona un momento». La Mariposa Más Pequeña voló hasta Torpón. «Torpón, quiero que ella venga con nosotros, pero no se te ocurra decirle que sólo tengo un día para vivir». «Tarde o temprano tendrás que decírselo», dijo Torpón. La Mariposa Más Pequeña pensó durante unos instantes. « ¿Por qué no se lo explicas tú cuando yo me haya muerto?» Torpón le lanzó una mirada feroz: «Realmente me estás complicando la vida. Pero si eso es lo que quieres, lo haré». Volvieron con Bárbara Lou, para que Torpón le explicara el modo en que volaban. Ella batió sus hermosas alas con entusiasmo: «Sin duda es mejor que viajar con Iberia». «Cerrad los ojos y pensad en Bali», dijo Torpón.
Lo hicieron y, cuando abrieron los ojos los tres estaban sentados sobre una roca en unas minas balinesas. Había estatuas de piedra de diversos dioses y diosas. Torpón guió a las mariposas por entre las estatuas y señaló hacia una enorme escultura de piedra: «Eso era lo que quería que vierais». La Mariposa Más Pequeña y su dama Monarca contemplaron la enorme talla de piedras asombradas. Se trataba de una mariposa. « ¿Por qué hicieron una estatua de una mariposa?», se preguntó Bárbara Lou. «Los antiguos balineses la adoraban. La mariposa es un símbolo de inmortalidad», replicó Torpón. «Tenían bastante sentido del humor. Las mariposas, precisamente no viven mucho tiempo». «Y algunas viven menos que eso. Me pregunto si habrá alguna vez una mariposa que viva para siempre», añadió la Mariposa Más Pequeña. «Sin duda, una mariposa de piedra», replicó Torpón. «Una mariposa de piedra no puede sentir realmente nada», comentó la Mariposa Más Pequeña. Miró a su hermosa dama y pensó: «Prefiero sentir todas las emociones aunque sólo tenga un día para vivir». « ¿Sabes?» dijo Torpón mientras contemplaba la mariposa de piedra, «Quizá para ellos la mariposa es el símbolo de la inmortalidad porque incluso cuando su cuerpo se ha ido, su belleza perdura para siempre». « Qué cosa más encantadora has dicho!», exclamó Bárbara Lou, aleteando por el cumplido. Con una timidez repentina, le dijo a la Mariposa Más Pequeña: ¿Tú crees que mi belleza perdurará para siempre?». «Lo hará en mi corazón», replicó la Mariposa Más Pequeña. « ¡Me siento tan dichosa de ser amada por ese par de alas tan estupendas...!», dijo ella. « ¿Crees que soy una mariposa de buen ver?», preguntó él maravillado. Torpón rió: «Lo había olvidado. Ninguno de vosotros dos se ha visto antes a sí mismo». Condujo a las dos mariposas hasta un pequeño espejo agrietado que había en el suelo, abandonado por alguno de esos turistas contaminantes. «Echad una mirada». La Mariposa Más Pequeña contempló su reflejo y vio en el cristal una mariposa extremadamente pequeña, cuyos colores eran hermosos. La luz del sol, que se vertía a través de sus alas casi transparentes, daba la sensación de emanar de él. La Mariposa Más Pequeña pensó: «Soy demasiado guapo para morir tan joven».
La Mariposa Monarca se miró complaciente, y pareció satisfecha al
ver sus alas de color naranja vivo, adornadas con toques negros y salpicados de
unos hermosos puntos blancos. «No
estoy mal, considerando que no llevo maquillaje». En ese momento, Torpón observó dónde
se encontraba el sol en el cielo. «Ha transcurrido la mitad del día. Deberíamos
ponernos en marcha», le dijo expresivamente a la Mariposa Más Pequeña. «¿Adónde nos llevarás ahora?»,
preguntó la Mariposa Más Pequeña a Torpón. Torpón
pensó un momento y se dio cuenta de que la Mariposa Más Pequeña no viviría para
ver salir la Luna. « ¿Les
gustaría a los tortolitos ver la Luna?», preguntó Torpón. «Suena muy romántico», dijo Bárbara
Lou. «Muy bien», replicó Torpón,
«pensad en el cosmos». La
Mariposa Más Pequeña y su amada cerraron los ojos y pensaron en el cosmos.
Cuando los abrieron, los tres se encontraban muy alto, en el cosmos, entre
planetas y estrellas, ante ellos había una exquisita bola dorada de luz que
Torpón identificó como la Luna. La Mariposa Más Pequeña se sintió sobrecogida
por la belleza de la Luna. Bárbara Lou y él cerraron las alas, luego las
abrieron y rodearon de amor a la Luna. Si
en esos momentos un científico se hubiera sentado delante de su telescopio en
Monte Palomar, quizá hubiese podido observar una pequeña manchita verde y una
manchita naranja ligeramente más grande sobre la Luna, sin saber que se trataba
de mariposas de Glendale y Texas Oeste.
Torpón explicó entonces a las dos mariposas que un lado del
planeta Tierra estaba experimentando el día y la luz del sol, mientras que el
otro lado estaba experimentando la noche, con la luz de la Luna. Les dijo a
ambas que estaban contemplando algo que casi nadie, excepto un astronauta,
consigue ver. Entonces Torpón le
dijo a la Mariposa Más Pequeña: «Hasta ahora has conocido a muchas mariposas y
a un colibrí, pero no has visto ningún animal salvaje. Están dispersados por
todo el mundo. De modo que, para acortar el tiempo de viaje, pensad en el
Zoológico de Nueva York, en Central Park». La
pareja de mariposas lo hizo; y cuando abrieron los ojos estaban sentadas en la
punta de la cola de un león que dormía. La Mariposa Más Pequeña quería hablar
con el león, pero como su tiempo de vida se estaba acabando velozmente, no
podía tener la cortesía de esperar a que despertase. De modo que tiró de un
pelo de la cola del león con todas sus fuerzas. El león se despertó con un rugido y
miró furioso a la Mariposa Más Pequeña: «Eres demasiado grande para ser una
mosca. ¿Qué diablos eres?». «Yo
soy la Mariposa Más Pequeña». El
león la miró molesto. «Y serás la mariposa más plana si vuelves a hacer eso». «Lo siento», replicó la Mariposa Más
Pequeña, «pero es que quería hablar con usted antes de marcharme». « ¿Acerca de qué?», preguntó
bruscamente el león. «Acerca de
la vida. Usted, probablemente, vivirá mucho tiempo. ¿No es maravilloso?». El león dijo malhumorado: «Mi vida es
completamente irreal. Vivo en una jaula y todo lo que me rodea es falso. Rocas
falsas, arroyos falsos dentro de poco acabaré teniendo una piel falsa». La leona se unió a él para expresar su
desencanto: «Sí, todo es muy deprimente. No podemos esperar nada, excepto cajas
de chicle y algodón dulce». Miró a la mariposa: «Nunca he comido nada que se
parezca a ti». La Mariposa Más
Pequeña ni siquiera tembló. Permaneció sentada sobre la cabeza del león,
observándola.
Los ojos del león giraron hacia arriba
mientras decía: «¿No tienes miedo?». «Debido a las circunstancias de mi
vida, no tengo nada que perder. Y deseaba experimentar qué se sentía al hablar
con usted. Sólo entré para decirle que lo quiero», replicó la Mariposa Más
Pequeña. «Nunca me habían dicho eso», dijo el león emocionado. Miró a su
pareja, «Ni siquiera tú». La leona señaló su entorno con la pata y
exclamó: «¡Es difícil amar en una jungla como ésta. Queremos nuestra
libertad!». El león estuvo de acuerdo: «Nuestros corazones no están aquí.
Devolvednos nuestras verdes tierras de África, el cálido sol del día y los
cantos de los pájaros al amanecer». «Y un pájaro o dos para cenar», añadió
la hembra, que parecía ser la más carnívora de los dos. «Fuimos creados para
vagar en las llanuras». Los dos leones unieron las cabezas y cantaron un
coro de Nacida Libre. «Sí», concluyó papá león: «nuestros corazones no
están aquí». La Mariposa Monarca batió las alas entusiasmada: estaba
captando la idea. Le susurró a la Mariposa Más Pequeña: «Apuesto a que el
cincuenta y uno por ciento de su mente tampoco está aquí». Una luz iluminó
la mente de la Mariposa Más Pequeña: « ¿Estás diciendo lo que creo que estás
diciendo?». Durante el resto de la tarde la pareja de mariposas voló de
jaula en jaula y descubrió que todos los animales anhelaban recuperar su
libertad. El oso polar y los pingüinos suspiraban por estar en el ártico. Los
leopardos, las panteras y las cebras querían estar en tierra Sumati. Y los
gigantescos elefantes deseaban regresar a la India. La Mariposa Más
Pequeña le dijo a cada uno de ellos que los amaba y que esperaba que en un día
muy cercano.., quizá más cercano de lo que se pensaban, regresasen a sus
hogares naturales. El mero hecho de hablar con la Mariposa Más Pequeña de sus
deseos hizo que todos fueran más felices.
En su última parada, las mariposas visitaron la jaula de un lémur que se rascaba perezosamente la oreja izquierda. « ¿Te gustaría salir de aquí?», preguntó la Mariposa Más Pequeña. El lémur la miró sorprendido. « ¿Quieres decir abandonar este lugar?». La Mariposa Más Pequeña asintió. «No quiero ir a ninguna parte», dijo el lémur «Aquí tengo comida gratis, servicio diario de criada y no hay leones que me puedan comer para cenar. Jamás pensaba en marcharme. Es verano y la vida resulta fácil». Las mariposas volaron en busca de Torpón. Lo encontraron en uno de los puestos de bocadillos, abriéndose paso a través de una salchicha de 30 centímetros de longitud. Cuando le revelaron su plan para liberar a todos los animales, Torpón estuvo a punto de sufrir una indigestión. Protestó, pero finalmente cedió. Los diarios de Nueva York dedicaron páginas al misterio del zoo durante semanas. Nadie podía entender, ni siquiera la Policía de Nueva York y el FBI cómo era posible que desaparecieran novecientos animales del Zoológico del Central Park de Nueva York sin dejar rastro. Pero más misterioso aún era el hecho de que el lémur no hubiera desaparecido. Una pequeña nota a pie de página en el reportaje principal decía que el lémur había sido ingresado en el hospital por una sobredosis de algodón dulce.
El sol ya casi se estaba poniendo cuando
las dos mariposas llegaron al rincón del parque donde había nacido la Mariposa
Más Pequeña. La Mariposa Más Pequeña encontró la rama que había sido su hogar
mientras fue una oruga y se sentó ahí con la Mariposa Monarca. Había decidido
que quería marcharse desde el mismo sitio en que había llegado. Le dio las
gracias a Torpón por conseguir que ese único día de su vida fuese tan
maravilloso. Bárbara Lou hizo lo mismo, sin saber aún que este gran día con la
Mariposa Más Pequeña había sido el primero y el último. Torpón le indicó a
la Mariposa Más Pequeña que se acercara a él. La mariposa voló hasta el dedo de
Torpón. Este le susurró con urgencia: «Casi se ha puesto el sol. Tienes
que decírselo». Torpón añadió, mientras se marchaba: «Os dejaré solos». «
¿Adónde vas, ahora que necesito tu apoyo moral? » «A borrarte de mi libro
de registro», replicó Torpón. «Realmente, tienes el don de la palabra»,
dijo la Mariposa Más Pequeña. Voló hasta su dama y permanecieron juntos un
momento, mirando la puesta de sol. Ella dijo: «Me encanta ver la pue’ta de
sol». La Mariposa Más Pequeña asintió: «Esta es la primera que veo». «Piensa
en toda la’ puesta’ de sol que veremo’ junto en el futuro». La Mariposa
Más Pequeña se aclaró la garganta nerviosamente: «Hace rato que quiero hablarte
de nuestro futuro». Ella batió las alas coquetamente: «Me encanta que mi
chico me hable de nuestro futuro». La Mariposa Más Pequeña volvió a
aclarar su garganta: «Bueno...», dijo titubeante, «lo que sucede con nuestro
futuro es que... no lo tenemos». Ella dejó de mover las alas de golpe: « ¿Acaba’
de decir lo que creo que acaba’ de decir?». La Mariposa Más Pequeña
asintió: «Sí... Es que no fui capaz de decirte que ibas a tener una de esas
relaciones de un solo día». « ¿Está diciendo que ete e’ tu primer y último
día?», preguntó ella temblorosa. La Mariposa Más Pequeña hizo un
movimiento afirmativo con la probóscide. Ella empezó a llorar bajito, con
grandes lágrimas de mariposa, y la Mariposa Más Pequeña se unió a ella
derramando diminutas lágrimas de mariposa. Las lágrimas regaron los pequeños
brotes del abeto. Luego unieron las alas y se despidieron.
Torpón apareció de repente, interrumpiendo
este momento. «Acabo de mirar el libro de consulta y me he dado cuenta de
que he cometido un gran error», gritó. Se puso a bailar de júbilo. Las dos
mariposas lo miraron pasmadas y sorprendidas. Torpón continuó: «Estaba tan
cansado», le dijo a la Mariposa Más Pequeña, «que, cuando te saqué del capullo
esta mañana pensé que eras de la especie que vive solamente un día. Tus marcas
son muy similares, por eso cometí este error». La Mariposa Más Pequeña no
podía creer lo que estaba oyendo, y Bárbara Lou tampoco. La Mariposa Más
Pequeña preguntó: « ¿Quieres decir que no voy a morir esta noche?». «Sí»
replicó Torpón. «Ha sido un error mío. Espero que me perdones». Muchas
emociones brillaron en el rostro de la Mariposa Más Pequeña. Se quedó pensando
en silencio durante unos instantes, luego empezó a hablar: «Me has hecho
un gran regalo». Torpón pareció sorprendido.
«He aprendido algo que quizá nunca habría aprendido si hubiese creído que iba a vivir mucho tiempo. He vivido este día amándolo todo y a todos. Me he sentido agradecido por cada momento de mi existencia, y no he temido a ninguna criatura viviente, porque no tenía nada que perder. Así es como pienso vivir el resto de mi vida». Se volvió hacia su amor y le dijo: «Siempre te amaré como si cada momento fuera el último». Las lágrimas volvieron a brotar de sus pequeños ojos. «Soy la mariposa con más suerte de todo el mundo»
La Mariposa Más Pequeña la envolvió con sus alas: « ¿No, eres la segunda mariposa con más suerte?» "
EXTRAIDO DEL LIBRO:
EL BUHO QUE NO PODIA ULULAR
Por ROBER FISHER y BETH KELLY